Fue una acción del activismo más clásico en el centro de São Paulo. Simularon ocupar ilegalmente un pequeño parque de frondosos árboles en la avenida Paulista, la principal de la ciudad más poblada de América Latina. E invitaron a la ciudadanía a escribir al ministro de Justicia y a la fiscal general del Estado para exigirles mayores esfuerzos en combatir el robo de tierras públicas en la Amazonia porque detrás suelen venir la deforestación ilegal, los incendios y la explotación económica al margen de las normas. Entre los convocantes de la protesta, el jueves pasado, había dos ONG, pero también —y esto es lo llamativo— la Asociación Brasileña del Agronegocio (ABAG), que reúne a las principales empresas del sector, y otros once grupos de la industria. Sí, los mismos que durante años fueron señalados como uno de los motores de la destrucción de la naturaleza en Brasil. También la industria agropecuaria está preocupada por la política ambiental y la retórica del presidente, Jair Bolsonaro, porque amenazan el pulmón del mundo y sus negocios.
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